El ozono afecta la plasticidad cerebral y la pérdida de esta función en una de las características de las enfermedades neurodegenerativas de Alzheimer y Parkinson, aseveraron investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).Selva Lucía Rivas Arancibia, experta del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina (FM), desde hace 20 años estudia junto con su equipo de colaboradores el efecto del estrés oxidativo causado por el ozono, sobre la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad de cambio que tiene el cerebro.

El ozono, indicó, a más de 10 mil metros de altura es esencial para la vida en el planeta, ya que forma una capa que limita el ingreso de la radiación ultravioleta proveniente del Sol, no obstante a menor altura puede generar daños en la actividad cerebral.

En un comunicado de la UNAM la especialista señaló que si ese órgano cambia se establecen nuevas conexiones entre neuronas, como resultado del proceso de neurogénesis, importante para mantener las funciones superiores como el aprendizaje y la memoria de corto y largo plazos, que dependen de la plasticidad cerebral.

“Si esto lo ponemos en el contexto de nuestra vida, las funciones cotidianas que realizamos, como saber dónde dejamos las llaves de la casa, dónde estacionamos el auto, qué tenemos que hacer el día de hoy, dependen de esta capacidad de cambio”.

La pérdida de la plasticidad, señaló Rivas Arancibia, ya sea por daño o muerte neuronal, o por una incapacidad de ciertas zonas de ese órgano de formar nuevas neuronas, es una de las características de las enfermedades neurodegenerativas, como Alzheimer y Parkinson.

Detalló que un grupo de roedores fue expuesto a dosis de ozono más bajas 0.25 partes por millón, que más o menos corresponde a entre 200 y 240 Imeca, es decir, la contaminación ambiental que hay en la Ciudad de México en un día de precontingencia durante cuatro horas por periodos de siete, 15, 30, 60 y 90 días.

Los resultados mostraron que con ese método se genera en el cerebro un estado de estrés oxidativo crónico, presente también en las enfermedades neurodegenerativas.

Además se observó que en animales sanos la exposición crónica causa un proceso de neurodegeneración progresiva que afecta tanto a la sustancia nigra (lo que representa un modelo del mal de Parkinson), como al hipocampo (lo cual puede representar un modelo de la enfermedad de Alzheimer).

Otro aspecto importante reportado por Rivas Arancibia y sus colaboradores, es que al referir un proceso de neurodegeneración progresiva, se habla de muerte celular, pero también de la pérdida de la capacidad que tiene el cerebro de repararse o restaurarse a sí mismo.

Sobre los grupos vulnerables indicó que los ancianos, los niños, así como las personas con cualquier enfermedad crónica degenerativa ya preexistente, son más susceptibles a los cambios oxidantes del medio ambiente, pues la respuesta de sus defensas antioxidantes es menor.

Aunque, dijo, la respuesta de cada individuo ante un evento de estrés oxidativo dependerá de la información genética que se posea, ya que esta es distinta en cada persona.

Fuente: http://www.radioformula.com.mx/notas.asp?Idn=361666&sURL=

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