El Imserso entregó el pasado mes de noviembre su I Premio de Gerontología al trabajo Estudio sobre la incidencia de un tratamiento de fisioterapia en personas mayores, de la fisioterapeuta Eva Santamaría, en el que se constata que esta actividad previene y revierte la inmovilidad en los ancianos. La investigación es un avance de la tesis doctoral que Santamaría está a punto de terminar y que le dirige el profesor de Terapia Ocupacional Jerónimo González, de la Universidad de Burgos.En el documento se relata la labor realizada con 34 personas con demencia, usuarias de la residencia Barrantes, con edades comprendidas entre los 87 y 97 años, salvo en uno de los casos que se trataba de una mujer de 67 con alzhéimer desde los 60. Se formaron dos grupos, uno de los cuales recibió un tratamiento de dos sesiones semanales de 10 minutos cada una durante seis meses y sus miembros fueron sometidos a una evaluación funcional, cognitiva, afectiva, de medicación, marcha y equilibrio. Con el segundo no se intervino.
«Al analizar los datos comprobamos que las técnicas de fisioterapia mejoraron la marcha y el equilibrio de los usuarios y que la no intervención llevó a un empeoramiento en su capacidad funcional, en el equilibrio y marcha , y en la toma de medicamentos», explicó Santamaría, quien incluyó en sus conclusiones que la disminución de las habilidades físicas que se presenta habitualmente con la edad, «se puede prevenir e incluso revertir» por medio de una atención apropiada en los niveles de condición y tratamientos adaptados de fisioterapia: «Los beneficios de la fisioterapia regular contribuyeron para lograr un estilo de vida más saludable e independiente para los mayores y mejoraron ampliamente sus capacidades funcionales, afectivas, mantuvieron su capacidad cognitiva y mejoraron su deambulación».
Esta investigación tiene su punto de partida en la observación por parte de Eva Santamaría de cómo los ancianos con los que trabaja en Barrantes iban «mejorando mucho» cuando hacían ejercicios. Recuerda que al mes de empezar allí su labor una mujer de 99 años, que llevaba una larguísima temporada sin moverse, comenzó a andar: «Me ilusioné y empecé a hacer muchas cosas con todos ellos. Había gente que había dejado de andar simplemente porque había perdido las ganas de vivir y conforme hacíamos los ejercicios nos íbamos contagiando las ganas de seguir adelante… Hay un señor que ha vuelto a andar conmigo y estoy encantada porque empezaron a subir rampas y escaleras», añadió.
El entusiasmo que demuestra Eva Santamaría por su trabajo no es de los que suelen encontrarse de forma muy habitual. Está empeñada en sacar a los ancianos de su tristeza y de su soledad -a las que cree que están vinculados muchos problemas de inmovilidad- y no duda en ir a buscarles. «Tenemos una residente que solo iba a misa y no se relacionaba con nadie, fui a buscarla y le dije que le necesitaba conmigo y hoy baja todos los días. Me siento muy orgullosa de los frutos de mi trabajo».
CON LOS NIÑOS
Para mejorar la vida de las personas con alzhéimer, Eva Santamaría pensó que la presencia de niños en la residencia podría funcionar. No se lo pensó dos veces, llevó a sus hijos e hizo que jugaran con estos pacientes para estimularles: «Hacía que el mayor, de 8 años, se sentara con uno de ellos y le contara cosas a base de hacerle preguntas. Los niños les mueven, tuvimos una señora demenciada que el verano pasado bajó con mi hijo en brazos una rampa, los niños no se les caen, es algo que no se puede explicar».
En este sentido, está preparando un estudio intergeneracional, de cuya gestión aún quedan flecos por cerrar, en el que participarían ancianos de la residencia de Barrantes y alumnos de un colegio. El objetivo, es que se cree lo que ella denomina ‘un compromiso con la vida’ y que los mayores recuperen la ilusión perdida: «Quiero que los ancianos expliquen muy bien a los niños qué es lo que hay que hacer para luchar en la vida».
Fuente: Diario de Burgos