Muchas veces nos preguntamos por qué nuestros pacientes o familiares, tras sufrir una lesión cerebral, no usan su brazo en actividades del día a día, aun cuando la movilidad del mismo se ha recuperado por completo.

 La representación en el cerebro de cada parte del cuerpo de un adulto depende de la cantidad de uso de esa parte. A mayor uso, mayor representación. Por ejemplo, la representación de los dedos de la mano izquierda de un pianista es mucho mayor que en cualquier persona, ya que están pidiendo una destreza adicional a esa mano.

Tras un daño cerebral existe una marcada reducción del tamaño de la representación cerebral del brazo. Los intentos por moverlo resultan difíciles, fallidos y dolorosos; causando que la persona que ha sufrido el daño cerebral busque estrategias compensatorias. Estas estrategias se convertirán en hábitos, disminuyendo el uso del brazo afecto, por lo que su representación cerebral disminuirá y su movimiento resultará más costoso. En poco tiempo aprenderá un no uso a no hacer uso del brazo afecto.

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