Hay personas que han sufrido un accidente o una enfermedad y que han tenido que rehacer su vida y su cuerpo con una prótesis. Para muchas de ellas, las guerras son un hecho positivo, por la investigación que empieza con cada guerra y que permite una mayor desarrollo de las prótesis. Los soldados, sobre todo los que pertenecen al ejército de los EEUU, han recibido durante décadas mejoras en sus prótesis, que luego se han extendido al resto de la sociedad.

Ahora, el Gobierno de EEUU, a través de la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA), ha decidido que es hora de crear una prótesis para el cerebro. El objetivo es implantar un dispositivo en el cabeza humana que permite restaurar recuerdos que los soldados han perdido en el campo de batalla. Según los datos de la agencia, cerca de 300.000 soldados estadounidenses sufrieron heridas cerebrales graves en las campañas bélicas de Irak y Afganistán. Un número demasiado alto de personas que han perdido parte de su anterior vida y que este proyecto intentará devolver. Los implantes están inspirados en los marcapasos que llevan las personas con problemas de corazón, pero el principal problema al que se han enfrentando los investigadores es que todos los pacientes no tienen la misma respuesta ante la estimulación a la que se están sometiendo. Según varios investigadores, el cerebro tiene un recuerdo relacionado con una ruta mental específica, y esto es lo más complicado de crear, o de simular, de manera artificial.

A pesar de las complicaciones, los investigadores son optimistas. Subrayan que ya han conseguido reducir temblores de pacientes que sufren Parkinson, controlar en parte los ataques epilépticos y mejorar la memoria de pacientes con Alzheimer con estimulación cerebral. Se supone, como ya pasó con Internet y ocurre con las prótesis, que estas investigaciones llegarán a la población civil y que en los próximos años más personas se podrán beneficiar de estos adelantos. La investigación, impulsada por el propio presidente de los EEUU, ya ha costado más de 100 millones de dólares.

El avance de la investigación también puede tropezar con algunos problemas éticos, como puede ser la selección de los recuerdos que recupere un paciente, e incluso que elija borrar algunos que no quiera almacenar. Un soldado podría pedir no recordar lo que hizo en el campo de batalla, o podrían introducirle recuerdos que no son suyos con la intención de recrear una vida que nunca fue real.

 

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